viernes, 21 de agosto de 2009
Un rugoso sabor a tequila.
Cómo si la tela de aquel atuendo
pudiera dejar, en mí, vívidas marcas
color café empolvadas de suciedad.
[Y aunque probarlo me fuese aún más inútil...]
Cómo si el despacio palpitar de tus ojos
sobre mi menton usurparía el tieso
descansar de cada emoción carente de libertad.
[Aunque probarlo fuera incoherente...]
Disfruto de tu sensatez
y me ahogo en tus mentiras estrafalarías.
Amando tus besos y lamentando,
sí, soy esclava anónima de tu piel. [Ecos de ser anónima...]
Me hago ajena a tí, aunque en vos esté yo
y posea ese delicioso sabor ardiente
en cada esquina de mis venas.
Muerdo tu piel, palpo despacio tu placer. [Color rojo se tiñe nuestro cielo...]
Despacio, sosteneté; bajo
este ademán líquido no hay ni un solo pastor
que pisarlo pueda,
pues nos queda, un turbio trayecto. [Amante de tu ocultísmo...]
Tenores a callar, tu cántico
será lo único mortal que despeje mis sentidos.
No desperdiciés moral,
lo que no cuenta es en vano tenerlo. [O, tirarlo...]
¿Me sirve despojarte entero?
¿Me sirve acariciarte en vilo, aguantando mis ganas
mis locas ganas?
Entre tanto me leo, pongo trabas,
despejo y escribo. [No, está mal. Las trabas son un juicio eterno sin émbargo nadie las quita...]
No está mal,
por una semana de fraseo involuntario.[7]
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