viernes, 1 de octubre de 2010

Dolor en mí contienda de soledad.


Tras la puerta de ésta morada se encuentra un asiento que figura bajo una luz tenúe, una soledad que se diluye dibujando mínusculas pizcas que parecen desprenderse del techo. En ese asiento, una dama... Moribunda, recostada sobre la mesa con un cigarrillo invisible entre sus dedos y los ojos pérdidos en la mismísima nada. Sin siquiera rechinar los dientes, cansada de un día abrumador, da un último suspiro y se queda quieta, inmóvil... Entre cada látido me familiarizo con ella -porque en sí, poseemos el mismo ritmo cardíaco- es como si la llevara en la piel pero tan lejos a su vez que no puedo oír sus pensamientos. Porta en su cuerpo una campera, única vestimenta visible, azul de plush, marca adidas, información banal y tan simple pero, a su vez, simula ser tan importante ese objeto tan insulso al cuerpo de ella, es como sí fuera lo único que quedara de "algo", un abrazo que se perdió en el calor de un cuerpo lejano pero que aún queda prendido al cuerpo de ella. ¿Puede ser alguna descripción más patetica que ésta? No lo creo pero, ante mis ojos, está tan debastada que no tiene ganas de tener noción del tiempo propiamente dicho y, eso, puede llegar a ser tan aterrador que la misma curiosidad me hizo comenzar a pensar en ella desde un principio y, por más patetico que sea, quiero recordarme que alguna vez la conocí para no tener que toparme con ella nunca más.
La sigo observando y ella ni sabe que la rodeo, que estoy ahí siguiendo el camino de sus acciones como si ella y yo estuvieramos envueltas en un mismo ser y es en ese entonces en que la veo deslizarse a la par que yo decido cambiar de posición. ¡Por fin se movió! Camina sin cesar con sus pies descalzos y solloza, se dirige al tocadiscos y toma entre sus manos un viejo CD que en su portada dice "Babasonicos" -¡vaya elección!, así lo hubiera elegido yo- aprieta "play" y se recuesta en el piso suspirando, moviendo sus labios a la par de las letras y cierra los ojos soñando... Ahí a traves de un simple espejo la veo y, caigo en la cuenta, de que su reflejo soy yo o, al menos, eso transparenta la misma luz. Me dejo llevar, caigo en la horrible trampa, su dolor ahora es mí dolor y soy parte entera de sus pensamientos -aquellos que al principio me eran completamente ajenos-...
Reabrí los ojos luego de un rato y justo cuando estaba por recobrar el aliento comenzó a sonar "Puesto", todo comenzaba a caer con el mismo peso de siempre, aquel que había creído perder, y sus ojos volvían a mí mente con un montón de discursos repletos de verdaderos y falsos. Lo más estúpido e incoherente es que nada me importaba ahora, ni sus discursos, ni sus hechos, ni nada, es como si de un momento a otro todo hubiera saltado a aquel 13 de septiembre del 2009, reseteado mí memoria, deshecho las amarguras y vuelto a aquel lugar en donde lo conocí; no es que tendiera a hacer eso la mayor parte de las veces pero cuando el inconsciente te traiciona y, la verdad, te revienta el alma, volvés a caer en lo que realmente es cierto y en lo que realmente no debería ser de otra manera. Descarte las situaciones por completo y esa sensación cada vez se hacía más y más fuerte hasta que decidí ponerle un fin, yo no debía buscar más excusas ni poner más cartas sobre la mesa, ya había puesto casi todo el maso y no había funcionado por lo cual poner una carta más o una carta menos no iba a hacer la diferencia con él, hasta me prohibí pensar en lo "lindo" que hubiese sido sí... Eso siempre nos juega una muy mala pasada y nos cuesta muchísimas lágrimas que no hay que entregar así porque sí. Por ende, escribí una carta que guardaría bajo algún tablón de éste suelo y aquella a la cual recurriría solo en caso de ser necesario:

"Quiero dejarte ir, olvidarte, ya que no quiero tú cercanía bajo ningún punto de vista, pero hay algo dentro mío que vuelve a atarte a mí, a mis memorias, a mis recuerdos... a mí corazón. Y, por algún motivo particular, te hace volver a mí inconsciente en tanto y en cuanto cierro los ojos y me dejo ir en libertad. No podrías darte ni la más mínima idea de lo mal que me hace esto y de las pocas ganas que tengo de soportarlo, de las veces que intenté desplazarlo una y otra vez, fallando. Ya ni el orgullo es capaz de darme una mano, solo firmamos un contrato en el cual me prohibe aceptarte nuevamente pero no dice nada sobre borrarte y es injusto tener que estar acá recordandote, extrañandote, queriendote y odiandote al mismo tiempo... Ya ni el amor quiere desembarcar y quedarse en algún otro puerto... Entonces necesito tan solo un desvío, un descargo, un simple papel en donde pueda poner mi angustia, en donde pueda, con sequedad, liberarme, desamarrarme de tus besos y de tu cuerpo, y de todo ese amor que fui construyendo sin darme cuenta, todo ese amor que hoy me lastima... Pongo acá, tal vez, una porción de mí, aunque ya ni la lapicera quiera funcionar, ni las ganas de escribir me quieran acompañar..."


ANTONELLA BIANCO.♥