sábado, 26 de julio de 2008

Música tras encierro, de un final lleno de esmeraldas.


Quiero hacer bella verdad desde palabras,
transmitidas hacia un único oyente, vos.
Quiero desistir bajo el poder del deseo
aunque sea una sola vez, en estos tiempos
a tu lado. Ser yo, y desde mí capturarte
para volver a irme en la calamidad de tus ojos.
Libera tu sonrisa y tus manos de mis caderas,
déjame detonarte bajo tu aliento.
Desátame bajo caricias que caigan
fríamente hasta derretirse en mutuo contacto.
Sin pensar en la habitación, invades los rubíes de
las paredes, fijando ya terreno para
demandar tu brutalidad mortal,
con mi cuerpo como rehén.
Las fresìas anulan tu consciente y abruptamente
sin necesidad de quebrantar un diamante en un dedo
buscas derramar sangre bajo las sabanas
que pagaron precio al ser entregadas por
nuestros cuerpos.
Rugen las paredes estrepitosamente,
parpadean las luces, entrecortándose,
el paraíso deja de ser una utopía,
y el aire comienza a ser para los pobres.
Se acelera el reloj como el paso
de una manada demandante de poder.
Quizá no sea más una marea al margen
de las olas cegadas por el viento,
catastróficas por lo sobrenatural.
Se cierra el pacto acordado y todo termina
por oscurecer.
Muebles rotos, sangre salpicada, un cuarto
color carmesí, librado al azar.
Vos, quizá controlándote.
Yo, quizá escapando…

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